detalles de la exposición

 

Elena Núñez

«Dos veces es el mínimo»

Del 26 de septiembre al 31 de octubre de 2024.

Inauguración:jueves 26 de septiembre a las 20 h.

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artista de la exposición

Sobre la pintura de Elena Núñez Mallén

Ignacio Tovar

 

Les voy a contar una aventura que me ha ocurrido hace poco relacionada con Elena Núñez Mallén (Sevilla, 1998), una joven pintora a la que conozco desde hace unos meses por mediación de Sema D´Acosta. Este breve introito servirá de antecedente. Estaba en una exposición este verano pasado donde había un cuadro suyo pequeño, con formas rectangulares de color muy oscuro, algunos próximos al negro. Entre esos rectángulos se veían los intersticios claros, brillantes, como si hubiera ido probando diferentes tanteos y finalmente se hubiera decidido por los grises o negros, dejando entre ellos restos de otros colores que previamente habían ocupado esas superficies. Se formaba así una trama que hacía de esqueleto y sostenía las diferentes superficies que componían el cuadro, una especie de recurso para amarrar una estructura que estaba intentando comprender y logró atraparme. Ese interés manifiesto, la atención que puse en descifrar su pintura, fue el pretexto para que me tomaran el compromiso que supone hacer este texto que ahora van a leer para su primera exposición individual en Birimbao. Soy pintor y lo que me apasiona es pintar. Escribir me cuesta muchísimo más. Por eso, cuando me veo en el terreno desconocido de la escritura, opto por contar lo que hace interesarme por una obra desde el punto de vista de alguien que se dedica a eso. Procuro describir la manera en que el autor o autora va construyendo su lenguaje partiendo de ejemplos concretos. A partir de ahí, cómo lo veo y lo que me va sugiriendo, los artistas a los que me recuerda y, sobre todo, la manera en la que pinta, sin intención de ser concluyente. No puedo evitar ser sencillo y claro desde la humildad del oficio. No tengo mayor pretensión ni sé hacerlo de otra manera. Necesito tomar referentes que veo en los cuadros y evito irme por las ramas.

Días después de ese primer encuentro y sabiendo ya que tenía que aventurarme a contar algo sobre su trabajo, estuve en su estudio para ver otras pinturas más recientes, las que en su mayoría forman parte de esta exposición. La primera pieza que me llamó la atención fue un cuadro con una estructura como la de la bandera inglesa. En el cuadro hay varios puntos de interés, pero al acercarme a él, me di cuenta de que en el centro, donde se produce el cruce de bandas, hay un mundo de pintura encerrado en ese espacio que necesita una observación pausada. El pincel, cargado de pintura, deja huellas de los pelos formando surcos muy leves que se acentúan por el brillo del pigmento. El color rojo original, si es que la pintora ha tenido en cuenta la bandera inglesa para hacer esta obra, es sustituido aquí por el negro, lo que obliga a acercarse para observarlo con precisión. Hay un barrido de líneas paralelas que forman una estructura hecha con una sutileza que parece construida para seguirla tocando con las yemas de los dedos, como si fuera un texto para invidentes. Viendo esta parte de cuadro me acordé de Ad Reinhardt y de sus series de cuadros más clásicas, los cuadrados cruzados por una cruz de color negro que, a primera vista parecen todos del mismo color y que solamente cuando se acostumbra la mirada a verlos juntos, aparecen los diferentes colores con los que están realizadas las cruces centrales y que no esperábamos. Me interesó tanto la parte central del cuadro de Elena que me entretuve pensando en la obra de Reinhardt sin darme cuenta de que había otro punto de interés en los bordes del cuadro solucionado de una manera más propia de la pintora que también lo hace en otros cuadros de una manera espontánea y sin esfuerzo aparente. Aquí, diversos tonos de amarillo y algún verde se reparten el espacio. Soluciona el borde del cuadro creo que de la mejor manera posible de aplicar los conocimientos adquiridos después de asistir a la conferencia “Las formas del límite” de un artista tan conceptual y a la vez tan refinado en las formas como Juan Luis Moraza. Allí establecía la diferencia entre los conceptos “frontera” y “límite”. De todas formas, da la impresión de que hay más de innato en su forma de pintar y solucionar los espacios que lo aprendido a través de sus lecturas. Lo que sí noto, eso sí se percibe con claridad, es que, para ser la intuición de una pintora, sabe entender el lenguaje del oficio de la pintura.

 

Todo esto se me iba ocurriendo mientras charlábamos del cuadro y Elena me hablaba de su interés por las tramas que le sirven de urdimbre, palabra que toma de la escritora Carmen Martín Gaite sobre el modo de construir sus obras. En algunos casos, las tramas son como una malla sobre las que se van enganchando diferentes elementos de color de mayor o menor consistencia. En una de las obras que me interesaron, la trama se superpone como si de la reja de hierro de una ventana se tratara y a la vez se mezcla con el color del fondo. En sus obras intenta partir de elementos de su entorno, como en este caso, que es evidente que el origen viene de la fotografía de una ventana, fotos que hace de elementos que le interesan sin saber si posteriormente las va a emplear o no. En este caso, la ventana de hierro redondo, en unas partes es negro plano, y en otras, las menos, vemos solamente su silueta que se anuda con claridad para explicarnos la complejidad del diseño de la reja. Hay una trama más sutil, apenas visible y, una vez localizada, no se sabe si está delante o detrás. El color amarillo y el rosa se mezclan en una forma de entrantes y salientes que se enhebran dentro del cuadro como una forma de abrazo de dos elementos ajenos.

 

Curiosamente, en la visita al taller, uno de los cuadros que más me impresionó contrariamente al de la bandera inglesa, fue uno discreto, como una trama que desaparece borrada no del todo, como un palimpsesto, y vuelta a pintar al lado, que me emocionó hasta lo más profundo. En este cuadro todo me parece equilibrado, puesto en su sitio exacto el color verde, las manchas de color rosa suave, una pequeña mancha azul en la parte baja y la manera en que borra la primera estructura, todo lleno de parches de color rosa o blanco sucio. Recuerda el emparrillado de un rosal de pared con flores muy pálidas, hojas verdes más rotundas en unas partes que en otras. Es un cuadro lleno de sutilezas con cambios de tonos apenas perceptibles, como una sinfonía que suena a bajo volumen. Sabe pintar, conjugando tensión y equilibrio con un cromatismo a veces malaje o desaborido, huyendo de los colores convencionales como le gusta a Luis Gordillo, que evita los tonos heredados del impresionismo y prefiere otros más divergentes, de talante indefinido y más difíciles de ubicar en una gama mayormente aceptada.

 

Repasando las pinturas, observo que en los cuadros germinan elementos poco importantes (aparentemente) como un aspa que se repite tomada de un dibujo sin pretensiones pero que sobre la tela va tomando cuerpo hasta convertirse en un asunto pictórico con entidad propia. En otro juego, con una Y que se repite de formas diversas y lo mismo parecen sobres de carta, que un trenzado, o algo que puede ser divertido, como un paisaje montañoso con árboles esquemáticos. La pintura permite imaginar cuando las piezas están bien colocadas y encajan unas con otras. Es importante observar que en todos sus cuadros prima la calidad pictórica por encima del tema, que por supuesto es la propia pintura. Aunque recurre a motivos que son pretextos para ponerse a trabajar en una obra, la pintura es pintura y tiene sus propias reglas. Elena tiene en cuenta la literatura que le sirve de acicate, pero el color, cómo lo emplea, no aparece ni en la literatura ni en las conferencias, eso debe resolverlo ella a solas, concentrada, dejándose llevar por lo que siente y cree. Eso es algo completamente propio, natural, que otra persona que tuviera sus mismas referencias y tratara de pintar, podría desembocar en una obra totalmente vacía. Es importante, como le ocurre a Elena Núñez Mallén, tener unos anclajes que le sirvan de pilares de partida, que provoquen que surjan unos temas y una manera de enhebrar elementos tomados de su alrededor; pero luego, hay que resolverlos con asuntos inexcusables de la pintura, que son la forma y el uso del color, la manera de situarlos unos junto a otros para que funcionen conectados, de llegar a un punto de expresión que no es nunca igual al de la literatura y quizás sí esté próximo al de la música, algo inexplicable con palabras.

 

Creo que Elena Núñez Mallén hace que sus puntos de arranque se olviden y consigue que sus obras se eleven hasta situarse totalmente en el mundo de la pintura, resueltas con la gramática única y propia de lo pictórico.

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