Del 27 de septiembre al 2 de octubre de 2013
Sylvain Marc sintoniza con el trabajo escultórico tradicional, manejando la materia hasta extraerle sus máximas posibilidades, buceando en los complejos misterios de la forma, transformando la primaria realidad matérica en su más definitivo medio artístico y manejando los volúmenes hasta conseguir desposeerlos de su intrínseca racionalidad. Sin embargo, su obra no sólo es la plasmación rigurosa de una voluntad plástica poderosa, que se hace valioso modo estético en la conformación perfecta de todo tipo de situaciones; es el reencuentro feliz con la forma simple de una sugerencia, la correcta envoltura de una evocación, el desarrollo último de un retazo de emoción o el gesto de toda una pasión incontenida.
La escultura de Sylvain Marc encierra la más pura esencia de lo real; es un testimonio formal de un asunto que trasciende en efectos evocadores, el análisis de una circunstancia que se hace tangible en las infinitas manifestaciones de la materia.
Bernardo Palomo
Tradición de modernidad e innovación en su mutable y permanente creatividad, son las dos premisas que mejor definen la obra de Sylvain. Su lenguaje es heredero de lo que podemos denominar “escultura de lo esencial y de lo bello”. Sylvain es un escultor mediterráneo entendiendo este aserto tanto aludiendo a un marco geográfico concreto como a un espacio cultural propicio a generar categorías plásticas como lo equilibrado, lo armonioso, y una estética especifica, que constituye unas señas de identidad propias a la hora de efectuar el trabajo artístico, alejado de todo dramatismo y tensión expresionista. En estas coordenadas es donde el artista va a configurar su personal lenguaje plasmado en una producción notable caracterizada por la pluralidad de prototipos icónicos. El mármol es sin duda el material preferente con el que parece sentirse mejor a la hora de objetivar sus ideas, es decir, piedra dura a la que somete a talla directa a través del cincel, una praxis técnica que requiere destreza y comprensión total de la materia.
La simplicidad compositiva y la apariencia elemental, hace que algunas esculturas se inserten de lleno en la esfera de lo orgánico y lo biomórfico evocándonos el nacimiento de lo vivo, un carácter globular y neumático que parecen registrar el instante vital de la metamorfosis. Formas onduladas y sinuosas que desconocen el perfil agresivo y anguloso, complaciéndose por lo contrario en la curva sensual y la superficie pulida, lo que confiere a sus obras un carácter táctil y un refinamiento verdaderamente exquisito. Esculturas que conminan a la caricia y a la delectación de las formas, cuya suavidad y redondez parecen derivar más de la trémula modelación del barro que de la contundente talla. Las propias vetas del mármol, con sus sutiles y traslúcidos contrastes cromáticos, contribuyen de modo eficaz a la calidad estética y visual de estas obras. El reposo y gravedad de algunas piezas, se alterna con el arabesco, el ritmo, y el movimiento de otras. De este modo el pliegue de papiroflexia fosilizada a la manera de doblez inédita en una superficie horizontal, coexiste con las espirales ascensionales y ondulantes como menhir algonoso de poética ambigüedad.
Las formas orgánicas de prístino pulimento parecen ser contrastadas con otras de carácter relivario, donde el tratamiento rugoso y textural de sus superficies, las dota de una apariencia fitomórfica, de helecho y elemento vegetal logro conseguido gracias a la sabia ductibilidad con que su autor aborda sus trabajos y a la admirable inventiva que guía su obra. La dialéctica entre lo leve y lo pesado, o lo cóncavo y lo convexo en sus complejas relaciones de osmosis entre exterior e interior, también están presentes como resultado de una perseverante investigación.
Fernando Martín Martín
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