Aaron, Rolando Campos, María Caro, Fernando Clemente,
Juan José Fuentes, Anna Jonsson, Pepe López, Rafael López-Bosch,
Sylvain Marc, Gloria Martín, Paco Molina, Pilar Molinos,
Carlos Montaño, Andrés Monteagudo, Ramón David Morales,
Paz Pérez Ramos, Cristóbal Quintero y Miki Leal,
Enrique Ramos Guerra, Gerardo Rueda, Concha Ybarra.
Del 15 de enero al 27 de febrero de 2014.
“La tercera dimensión” es una escueta muestra de los trabajos de un variado grupo de artistas cuyo único nexo reside en la utilización del volumen en sus propuestas.
En ella participan veintiún artistas de diferentes generaciones e intereses estéticos. Son obras de pequeño tamaño, perfectamente acomodables al ámbito doméstico, con el que en tantas ocasiones, la escultura parece estar reñido, se trata de una serie de piezas pensadas para la convivencia y el íntimo disfrute.
Madera, bronce, mármol, barro, tela, cerámica, poliéster son algunos de los elementos utilizadas por los artistas participantes en la exhibición, una variedad de técnicas que iluminan la diversidad de criterios y fórmulas expresivas representadas en la exposición.
Cristóbal Quintero y Miki Leal presentan un trabajo conjunto, continuación del que se expone en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Una obra como aquellas, repleta de inteligencia desde la que lanzan un guiño desenfadado al mundo de la pintura.
En el mismo ámbito se encuentra la exquisita muralla de minúsculos sacos terreros de Gloria Martín, una trinchera que forma parte de su meticuloso proceso creativo y que hemos podido ver doblemente retratada en su última individual en la galería.
Anna Jonsson es una narradora desgarrada de la realidad que nos rodea, reviste el barro cocido de vibrante policromía, dotándolo de un particular efecto dramático.
Concha Ybarra nos atrapa el ánimo con su proposición en cerámica, articula en ella un relato, una historia resuelta de forma sugerente y sutil.
Del mismo material es el fascinante trabajo de Juan José Fuentes, poseedor de la fuerza y sensualidad a la que nos tiene acostumbrados.
Pilar Molinos orilla sus habituales dotes para lo ligero y diáfano regalándonos una rotunda pieza de hierro confeccionada con material reciclado, en la que nos revela su intuición y su garra.
Paz Pérez Ramos y María Caro juegan con la línea en sus creaciones. La primera dibuja en el aire tejiendo una meditada urdimbre de hilo alrededor de un cubo de madera, definiendo un bello lugar en el espacio. La segunda, traza la línea sobre el lienzo de un refinado cuadro compuesto de dos cuerpos que adquiere volumen gracias al bastidor que lo soporta.
Enrique Ramos nos enseña una escultura de plenitud, compendio de años de esmerada dedicación, pródiga en materiales y recursos en la que el valor de lo etéreo es fundamental.
Paco Molina siempre desempeñó en vida el papel de iconoclasta, lo que quizás se manifiesta con mayor claridad en su universo escultórico. A pesar del tiempo pasado desde su producción, el icono que muestra, contiene todas las claves para entender su labor y trayectoria.
Sylvain Marc es un artista sin fisuras, su manejo de la piedra roza lo excelso. Para la ocasión nos trae una pequeña talla en mármol donde el equilibrio de las formas y las texturas del acabado, atrapan al espectador.
Pepe López, a través del diestro empleo de materiales modestos, consigue establecer estructuras bien organizadas de un seductor y turbador resultado.
Inspirada en el torso de Belvedere, Carlos Montaño nos sorprende con una delicada y provocadora “capilla” donde se ensalzan los órganos sexuales masculinos, los cuales se izan exultantes sobre una warholiana lata de sopa Campbell.
Aaron (Santiago Navarro) exhibe una inquietante obra construida con huesos de animal y bronce donde recrea atemporales paisajes de la memoria.
Fernando Clemente cuenta con un extraño y atractivo armazón de poliéster policromado, para el que sirvió de referente una caja de cartón a la que aplicó distintas incisiones longitudinales.
La madera pintada en alguna de sus caras y el alambre oxidado son los componentes utilizados por Andrés Monteagudo para erigir un sólido tótem dotado de una coherencia interna sin fisuras y una pulcra consecución.
Ramón David Morales es un artista minucioso que suele fijar su atención en la realidad circundante, incorporándola con acierto y un punto de ironía a su universo estético. Son las claves que mantiene en su acertada propuesta.
Dos animales carroñeros en pleno combate sirven a Rafael López-Bosch para reflexionar acerca de la conducta humana. La pieza de una fuerza teatral indudable, se ubica en un ámbito urbano que sirve de cancha para el enfrentamiento.
Por último, la participación en la muestra de Rolando Campos y Gerardo Rueda es de contenido formal semejante, si bien, Rueda articuló su composición en madera y corcho a base de serenas figuras geométricas, y Campos utilizó el bronce para la suya, resaltando en la configuración de los elementos que la conforman, lo táctil y sensitivo.