Temporada 2020-2021

J. A. González de la Calle

Cien pasos

 

Del 7 de mayo al

8 de junio de 2021

Una vez más podemos acercarnos a la obra de González de la Calle. Decía Josef Albers que la experiencia nos enseña que en la percepción visual hay una discrepancia entre el hecho físico y el hecho psíquico. Este doble plano entre la realidad y lo interiorizado es muy evidente en la larga trayectoria artística del jerezano que se vuelve, con el paso del tiempo, asequible, cercano, claro. Hay más: lo que hace personal, diferente, característico y podríamos decir único en este artista, es su búsqueda cada día más conseguida, de la fusión de ambos.

 

Transmitir la vida a través de la luz, el color y la forma es privilegio de quien pinta. Es su manera de comunicar emociones convirtiéndolas en interrogaciones porque el pintor crea y no imita modelos, sino que transforma finalmente cada una de sus obras en fragmentos de realidad. Es la manera de expresar esa realidad lo que individualiza y hace reconocible la obra del creador dotándola de una originalidad intrínseca y perfectamente identificable.

 

Al tener ocasión de mirar, examinar, quizás adquirir, alguna de las pinturas que cuelgan en la Galería, nos interesa observar, si seguimos al autor, qué de nuevo nos ofrece. Qué ha añadido. Cómo resuelve espacios. Qué hay de la rica imaginación que siempre nos ha sorprendido. ¿Hay cambios en el uso del color?  ¿Continua la firmeza del trazo que tanto nos atrae? ¿Y el manejo de la luz? Sabemos bien que el reflejo de la luz no es el mismo sobre metal que sobre cuero, por ejemplo. En realidad, cada materia responde de forma diferente al efecto de la luz: que la superficie sea lisa o rugosa, que la masa que la compone permanezca opaca o permita al rayo que incide penetrarla en función de su transparencia, condiciona cualquiera de los fenómenos que la vista capta y que al final el artista plasmará en un juego ilimitado de ilusiones. Enfrentarse a estas u otras cuestiones, parece una manera enriquecedora de visualizar los trabajos expuestos.

 

González de la Calle, titula la exposición: ”100 pasos”. Con ese nombre es conocida la víbora asiática Deinagkistrodon acutus en la creencia de que cien pasos es el máximo camino que puede recorrerse antes de encontrar la muerte tras su mordedura y en ese espacio y en el tiempo que duran los cien pasos, busca el pintor enfrentarnos con un resumen de su vida, más aún: cuestionar la nuestra.

 

Los trabajos están realizados sobre papel o cartón y la mayoría corresponden al tamaño A3 (30×42 cm). Ocasionalmente algunos son de mayor tamaño, otros menores. Todos óleos, una técnica cuyo dominio permite al artista perfectos juegos de transparencias y contrastes. El resultado es magnífico, incluso en esa especie de vandalismo contenido que recorre algunos de los cuadros. Todos poseen fuerza, intimidad y calidad formal. En todos hay un colorido extraordinario. Continúa la presencia de grises y violáceos colonizando espacios, hay un tratamiento especial del color en esta serie, buscando en toda ocasión la expresividad de la pintura a través de primarios y secundarios desnudos obviando matices y tonos.

 

Comentaba Man Ray que la fuerza creativa y la expresividad de la pintura residen tanto en el color y la textura del pigmento usado, como en el pincel que lo extiende. La mano de Juan Ángel es mano maestra en ambas cuestiones consiguiendo un súmmum formal muy atrayente. Cuando Giorgio de Chirico se refería a sí mismo como “Pintor classicus sum” no hacía más que constatar cómo todo artista es fruto del proceso artístico del que surge para acabar siendo maestro del futuro próximo. Maestro es un González de la Calle en el que inevitablemente beben y beberán las generaciones de hoy y de mañana. Un magisterio muy evidente, acrecentado con el paso de los años para conformar una historia de fascinación, amor y rebeldía.

 

La variedad de temas sigue presente. Hay nieve, hay sol. Animales, personas, personajes. Desiertos o bosques orientales. Coches, industria, campo y un elemento particularmente sugerente: la presencia de bellas alfombras de rico colorido que obliga a recordar juegos de una infancia muy lejana donde el niño podía abrirse a la imaginación arrastrándose por el suelo, incluso sin más compañeros de juego que su propia fantasía. Imágenes con muchas posibilidades de recuerdo y mucho, muchísimo, sentido del humor.

 

Alberto Hevia.

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