Del 5 de marzo al 6 de abril de 2019
Cristóbal Quintero es un claro valor de la pintura sevillana actual, con una obra de sólida envergadura y manifiesta diversidad. Si alguna duda hubiese, la muestra que ahora presenta en Birimbao, confirma el nivel óptimo de su momento creativo donde convergen, tanto su frescura inventiva, como su riqueza imaginativa. El resultado final son espacios de luz, forma y color que ofrecen al espectador, historias que el artista gusta de construir en base a saberes sobre todo lo que es Pintura. A esa Historia se aplica con una manera muy personal.
Si en la exposición anterior: “Historia Pintura” él mismo nos indicaba que: “Metía la cabeza en cada ventana de la Historia para “ilustrar e individualizar” momentos”, en esta ocasión, en cada obra, podemos encontrar trazos, rasgos, alientos de cualquier época porque en su particular interiorización de la pintura, Quintero marca tiempos, experiencias, técnicas e imágenes personales, bellas, profundas, muy suyas, únicas.
Señales que van de los siglos XIV y XV hasta la actualidad. Signos de los primitivos flamencos, del renacimiento de Georges de La Tour, del romanticismo de Delacroix, del impresionismo, del fauvismo o del cubismo de Picasso, Braque, Juan Gris, sin olvidar la abstracción del siglo XX ni la actualidad magnífica, donde todo es posible y donde todo es uno y su contrario al abrirse a un conceptualismo diferente, rico, sorprendente, sólido.
Cristóbal Quintero quiere pintar. Es un apasionado pintor que ama pintar y construye su pintura con rotundidad, con seguridad, con acierto. Para Quintero, el mundo de los colores y las formas surge de su experiencia y conocimiento para dar lugar a trabajos de pincelada rápida y firme, pero de muy meditada realización. En similitud con el eclecticismo de Robert Venturi busca aceptar la complejidad del hombre y servirse de la idea como generadora de estilo, origen a su vez de ideas nuevas. De ahí el título de la exposición: “El estilo y la idea”.
Todas las obras están realizadas en óleo sobre lienzo, tabla o tela, siendo la mayoría de tamaño mediano. Pertenecen principalmente al año 2018 y cada cuadro es un verdadero manifiesto de técnica e inteligencia. Encontrar el temple del color, la coordinación del espacio, la fuerza de la luz o el gesto necesario del pincel, forma parte de un proceso que adivinamos en cada escena. Surge así el estilo que, apoyado en la idea, se plasmará en imágenes.
En la sala nos vamos a encontrar por ejemplo con “Artemisa Gentileschi” una versión del autorretrato de la pintora barroca del siglo XVII. Riquísimo en color y paisaje, actualiza, hasta la palma del martirio de la Santa Catalina en que se transforma la autora.
Cómo no sorprenderse ante la fuerza y rotundidad del “Euclides”, destello de luz y poderío en un cortejo de imágenes helénicas que marcan la geometría y saber de toda la Escuela de Alejandría.
Contemplar “La siesta” es profundizar en Millet, Van Gogh, Sorolla Picasso, Joan Miró para disfrutar de la sombra de un enrevesado árbol en verdes bellísimos.
¿Qué decir de esa “Tarde” luminosa y “cúbica” donde caben hasta las sombras de unas señoritas de Avignon, una danza de Matisse y muchos siglos de pintura?
¿Cómo no disfrutar con “Océano” dónde las olas se levantan de manera particular para mecer el velero y hacernos pensar sin saber por qué, en Hopper y su “Martha Mackeen “ de Wellfleet?
En “Playa” la fuerza es extraordinaria. Colores magníficos que se nos imponen. Raudales de sol y repechos que protegen del viento.
El cuadro de menor tamaño se titula “Tiempo” y es un juego de despertadores que marca el paso de los segundos en un color de calma que reconforta.
Muy buen trabajo, muy buen resultado. Emocionante.
Alberto Hevia.