Temporada 2023-2024

Simón Arrebola
De buenas intenciones

 

Del 23 de enero al 20 de febrero de 2024.

Inauguración: martes 23 de enero a las 20 h.

Simón Arrebola, De buenas intenciones

 

La paremia que reza “El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”, que fue atribuida por Francisco de Sales a otro santo francés: Bernardo de Claraval, hace referencia tanto a los propósitos que se quedan en tales, como a las buenas miras que, sin pretenderlo, ocasionan un mal. De buenas intenciones es la alegoría plástica en la que Simón Arrebola vuelve a acercarse a las ferias sociales de la moral, pero ahora haciendo quizá más evidentes los engranajes civiles que desvían o anulan las pretensiones loables.

 

En la mayor parte de las obras que componen esta exposición los personajes se engarzan o aferran a esos engranajes, se deslizan precipitándose desde sus estructuras, o emprenden la huida atravesando sus barreras. Estas son las acciones posibles de lo humano dentro de unos paisajes del mundo en los que la naturaleza abierta se ve ahora, con sus árboles reglados, traicionada por la saturación del ocio administrado y condenada a ser espectadora y cobijo de esa vida inauténtica de la comunidad, que parece haber convertido los signos de su libertad en una obligación. La naturaleza interpretada por el parque y el parque natural por el de atracciones.

 

No ofrece el artista, sin embargo, una mirada moral, sino más bien una actitud de extrañamiento hacia tales acciones humanas, hacia tales empeños por las alturas, el vuelo y la velocidad – Benjamin pensaba que, por este afán de velocidad experimentada como alivio, los parques de atracciones eran “forma previa de los sanatorios”[1]–. Arrebola no aplica las formas tradicionales de la sátira, ni el aspecto devastador de la ironía; con su esquematismo gráfico, con sus figuras de geometría incipiente y sus armazones constructivos, nos presenta de manera serena la obcecación impensada de los comportamientos.

 

Toda la tradición de las representaciones colectivas se las ha de ver por eso con esa absurda tozudez de las conductas que toma en su pintura la forma de una dispersión de figuras contorsionadas. Así, la puesta en escena de los autos sacramentales está ahora contrariada por la tenacidad de unas acciones estrafalarias, y la manía y la hibris de los mitos de Ícaro, Dédalo, Ganímedes o Faetón reducida a afanes nimios, apartados también de los trabajos y las pruebas de los héroes clásicos.

 

Tienen los parques de atracciones un carácter singular como licencias que la realidad objetivante de lo social se permite para producir burbujas de irrealidad en las que verse ella misma reflejada, ahora con la deformación lúdica de esas esferas efímeras. Pero tales parábolas nos llevan inevitablemente a una paradójica revelación: la realidad que estilizan es ya por sí misma una feria. Por eso, cuando la acción artística toma el carácter alegórico de estos espacios de ficción sucede que la alegoría satírica y esquiva se reduplica: desde el simbólico carrusel de Hogarth en el irónico grabado The South Sea Scheme (1721), hasta el Dismaland (2015) de Banksy, que cuenta con la colaboración de otros muchos artistas críticos, pasando por el parque de atracciones artístico Luna Luna (1987), concebido por André Heller (con piezas de Dalí, Hockney, Haring, etc.) y que el rapero Drake acaba de recuperar.

 

De buenas intenciones no contiene el gesto ácido de estas fábulas sarcásticas, aporta más bien un tono de entereza, inusual en los discursos críticos pero acostumbrado en el arte de Simón Arrebola. Con sus degradados de tonalidades los cielos reflejan de manera sosegada ese aire trascendental –metafísico, por abstracto, se suele decir– de los cielos de Agnes Pelton o de la estampa japonesa, y el Sol aparece con el mismo simbolismo flemático de las representaciones medievales. Los desórdenes de esa humanidad distraída se ven en cierto modo desmentidos por la limpieza del dibujo y por un recorte de las figuras que lleva el volumen a una planitud ideal. Nos hace pensar en esa tradición occidental de las artes visuales, que va de Giotto a Balthus, capaz de hacer compatible la expresión de los afectos con cierto punto de vista desafectado.

 

También el color –Arrebola ha avivado su gama acercándose a la de artistas como Jules de Balincourt– parece festejar más que enjuiciar negativamente el disparatado catálogo de conductas que se observa. Y lo mismo puede decirse de la entrega cuidadosa y feliz a la construcción de complejas norias, tiovivos y demás estructuras de la arquitectura lúdica, que recuerda a la labor compleja de las maquetas utópicas de Bodys Isek Kingelez. De esta manera Arrebola nos recuerda que el arte no necesita adoptar las formas de la crítica para hacer notar el carácter adverso de aquello que se presenta y que, precisamente, en contraste con la meticulosidad de la forma lo insensato se evidencia.

 

 

Fernando Infante del Rosal.

 

[1]  Walter Benjamin, Obras. Libro IV, vol. 1. Madrid, Abada, 2010. p.88.

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