Del 27 de octubre al 27 de noviembre de 2021
El título del trabajo que presenta Paco Lara-Barranco en Birimbao, nos habla de la base sobre la que el artista ha buscado construir las obras que ofrece y cómo el espectador debería contemplar las imágenes existentes. El artista deja fluir y quiere resaltar el complejo mundo que fluye en esta serie desde lo visible a lo invisible
Ya decía Vasili Kandinsky en los comienzos del siglo XX que: “El artista debe tener algo que decir porque su deber no es dominar la forma sino adecuarla a un contenido. El artista no es un privilegiado de la vida, no tiene derecho a vivir sin deberes, está obligado a un trabajo pesado que a veces se convierte en su cruz, abocado al final a reconocer y aceptar que no es libre en la vida sino sólo en el arte.”
Una libertad, claramente presente en cada obra y que demanda la colaboración del que mira. ¿Cómo? Observando con atención. Observar es participar en el proceso creativo, porque la verdadera obra de arte adquiere vida propia, se convierte en sujeto independiente al ser contemplada e interiorizada por quien la observa. Por eso quién sienta el arte como territorio de experiencia personal, como atalaya de observación del tiempo que se vive, no puede dejar de ver esta exposición. Es realmente apasionante, seguir el camino de actividad creadora que marca cualquier trabajo de Paco Lara-Barranco. Algo que se asienta, desde los años ochenta, sobre dos ideas básicas. Primera: las obras deben ser lo más autónomas posibles de las propias decisiones del autor y segunda: las producciones deben estar conectadas al curso natural de la vida.
Eso, en un mundo de color bellísimo, con un juego de ocultación de capas de pintura que no terminan de desvelarse fácilmente, obliga a quien mira a seguir el hilo maravilloso de Ariadna buscando al minotauro creador por el laberinto siempre sorprendente del artista. Y en el laberinto encontramos la fuerza de la creación. Cada obra habla, interroga, confronta, exige al espectador que al interiorizar el cuadro complete el proceso creativo.
En Paco Lara-Barranco, la teoría que desemboca en la práctica de la pintura se abre al concepto y al color de una forma que adquiere casi una significación matemática. Están líneas, puntos, curvas, pero está sobre todo la materia. Una materia que ocupa mucho espacio y un espacio que ocupa mucho tiempo para construirse a partir del óleo, espray, acuarela, grafito, lápiz de color, todo trabajado sobre lienzo, madera, lino, según la propia circunstancia pida y abriéndose a formatos no convencionales, no rectangulares o cuadrados. Dice el artista que, abordar la pintura tapando parcialmente lo existente es una forma de investigar el misterio con que surge cada cuadro, además de una forma de cuestionarse a sí mismo y de abrirse al paso del tiempo. Una idea muy presente, muy marcada en el autor, para quién crear una obra es crear un mundo y crear su mundo es dejar espacio al tiempo, al azar y sobre todo al ingenio de encontrar, en cada momento, respuestas en el acercamiento a lo invisible desde lo visible evidente.
En esta ocasión llama la atención la manera de ocultación de capas. Se vale el artista de franjas paralelas originando tramas a modo de celosías que al final crean misterio al abrirse al azar y al paso del tiempo. Algo muy personal y muy interesante. En esta construcción de espacios, como hemos apuntado anteriormente, destaca un mundo de color, hecho con mucho rigor y con resultado extraordinario. Sabemos que el color es aliado de la luz y que ambos originan una atmósfera creadora de formas y espacios para individualizar cada cuadro. Construidos algunos con trazos negros cruzados por verdes y amarillos con refuerzos de líneas blancas y grises inmersas en tonalidades de todos los colores. Primarios y secundarios, fríos y cálidos, excéntricos y concéntricos. Todo un juego de vida derramado por las superficies trabajadas, llamando a descubrir amplias capas ocultas entre tramos de celosía. En cada cuadro la luz alcanza una dimensión mítica; la pintura, una dimensión sagrada. Pero hay que sumergirse en ellos. El artista arriesga con azules, arriesga con verdes, arriesga con rojos. Más líneas blancas y grises, campos de olivares, ríos, caminos para el viaje. Tramas de alambradas, cactus, paisajes, nubes, inmersión en color. Peces, muñecos, pájaros, hojas al viento. Lambda de conductividad térmica, alfa de comienzo, más alfabeto griego. En las últimas semanas, lo más liviano, lo más ligero, lo diferente flotando y ocupando espacio, emergiendo distinto: sorprendente. Una sensibilidad única para la composición y los colores y lo más importante: el descubrimiento de un auténtico poeta compartiendo su mejor poesía.
Alberto Hevia.