Del 26 de septiembre al 31 de octubre de 2019
Birimbao abre la temporada 2019 – 2020 presentando la pintura de uno de los artistas andaluces con mayor proyección actual. Se trata de Simón Arrebola, un valor joven que progresa y crece con la solidez que aporta el estudio, la reflexión, el dominio de los elementos técnicos y la individualización de una línea de creación personal que se hace con el tiempo, profunda, rica y bellísima.
Titula la exposición: Cadenas y Pirámides, marcando con ese epígrafe tanto los eslabones de las cadenas tróficas, como las cumbres de las pirámides evolutivas alimentarias, con las que construye un relato de resultado fascinante para ver o poseer.
El observador se encuentra en las salas de la galería con cuadros de diferentes tamaños, sobre tela, madera o papel, trabajados al óleo o la témpera, que sugieren y atraen por la composición de planos y figuras, la calidad del dibujo, el particular y personal trabajo del color. Pero ignora ese espectador el tiempo dedicado por el artista a la configuración bibliográfica del tema, las líneas, bocetos, diseños construidos para cada obra o las maquetas levantadas para visualizar volúmenes y espacios en los que la escenografía juega un papel de totalidad, estableciendo los juegos últimos de forma y colorido. Ese trabajo previo hace que el resultado final se cargue de solidez y naturalidad, “sintiéndose” en cada cuadro terminado.
Arrebola, interesado en la Biología y en los hitos adaptativos de los organismos vivos desde siempre, descubre un día al jesuita alemán del siglo XVII, Athanasius Kircher, un Leonardo da Vinci barroco, de inmensa popularidad en ese entonces, que publicó libros de éxito con extraordinarios grabados y que tocó todas las parcelas del saber. Precursor en cierto sentido de Darwin y sus teorías de la hibridación, sus ideas científicas llegaron hasta México y hasta las Reducciones jesuíticas bolivarianas donde junto a la agricultura tradicional y la arquitectura católica, la música renacentista y barroca floreció, enriqueciéndose con la aportación de muchos jesuitas alemanes.
Fascinado por los dibujos e ideas de este científico, decide plasmar en imágenes las emociones experimentadas. Surgen así composiciones formales constituidas por sucesiones de hierbas, arbustos, árboles, bosques umbrosos, correspondientes al primer eslabón de las plantas fotosintéticas o productoras y que el artista termina fijando sobre el soporte (lienzo, madera o papel) como presencias arbóreas de configuración variada y sorpresiva, confirmando y destacando el carácter sólido de esos elementos. Cuando pinta sólo flores, como las que se observan en dos pequeños cuadros exquisitos, el resultado viene cargado de color y es como una ofrenda presentada a todos los miembros consumidores de la cadena alimentaria. En algún cartón, pinceladas gruesas y recortadas en un principio, finísimas en los tiempos finales del proceso creativo. Quizá un guiño a lo que supuso de revolución radical el Impresionismo inolvidable.
En el cuadro de mayor tamaño que se expone, llamado El Diluvio, el artista se recrea en el Kircher más complejo y juega distribuyendo, dominando, los distintos eslabones de la cadena trófica: plantas, herbívoros, carnívoros, descomponedores. Sin olvidar el mundo acuático y sus elementos que hace presente a su manera, integrándolos con fuerza estética sobresaliente.
Constituye la muestra, un ejercicio de apertura a situaciones muy actuales, en embrión desde siglos precedentes. Al fin y al cabo, un pintor se expresa por la investigación lúcida de sus teorías y de sus pensamientos, pero sobre todo por las imágenes y formas que crea espontáneamente. A ello se refería Arshile Gorky, el pintor americano muerto en los albores de los años cincuenta del siglo pasado, cuando escribía: “Querido, el material del pensamiento es la semilla del artista. Sueños de las cerdas del pincel del artista. Y, de la misma forma que el ojo funciona como el centinela del cerebro, yo comunico mis percepciones más íntimas a través del arte. Mi visión del mundo está en mi arte.” Porque al final, siempre hay preocupaciones que el artista cree controlar, aunque el en fondo lo controlen y en esa aparente contradicción se enmarca lo esencial de cualquier proceso creativo que, en la presente ocasión, transmite una fuerte voluntad de búsqueda dentro de un clima de satisfacción evidente.