Del 12 de enero al 12 de febrero de 2022
Ana Barriga ha nacido en Jerez. Toda la provincia de Cádiz, desde la sierra a la arena de las playas, es un derroche de luz, de marcadas y estilizadas sombras sobre los muros blancos, de juegos de sarcasmo e ironía, de amor por lo próximo y, en particular, de un especial sentido de la sinceridad. En esos paisajes verdes – blancos, la belleza condiciona todo, constituyendo un engranaje básico de sus habitantes.
Barriga acaba de ganar el premio BMW 2021 de Innovación. Premio concedido por el carácter creativo e innovador de su obra reconociendo el valor de su trabajo pictórico y de su proceso investigador. Hay mucho de apertura mental en su pintura de la que surgen significados que terminan estructurando su relato de una manera peculiar. Realizado con base de óleo, esmalte, rotulador o spray, junto al color y la dimensión creada, origina formas y volúmenes para la sorpresa y sobre todo para la reflexión. Sorpresa y reflexión que están en la base del éxito internacional conseguido y que creo surge de la seriedad de unos planteamientos que, unidos a los diferentes niveles de significado de cada cuadro, obligan a valorar e interiorizar cada composición como algo maravilloso y esencial. Su pintura es mental, exige ser pensada rompiendo la barrera de lo próximo y lo concreto, empujándonos a un mundo muy personal y diferente. Admirable la sensibilidad de esta artista que elige con sutileza cada elemento y cada espacio, de forma que el resultado final lleve al observador a compartir sorpresas. El color es muy peculiar. La paleta es amplia y brillante provocando riqueza en el matiz y armonía en los tonos. Su construcción afanosamente estudiada y lograda, es el resultado de la observación que busca disimular en su apariencia física su real armazón popular. Hay rojos, negros, azules, verdes. Grupos de este a oeste. En ocasiones, rectas de norte a sur y en la atmósfera general un orden especial que se abre al caos del entorno para hablar de esperanza y pasión.
Ignoro el por qué, pero hay una pintora extraordinaria de la generación del 27, que rompió moldes, rompió estilos, rompió con todo y, sin poder hacer paralelismo alguno, me recuerda la innovación, la firmeza, la solidez de Ana Barriga. Es, Maruja Mallo. Ella ha dicho: “Descubro que el orden es la arquitectura íntima de la naturaleza. Observo en el microscopio los cristales de la nieve. Observo las construcciones campesinas, la íntima estructura de los frutos y de las espigas, la estructura de los animales de los campos de España. Descubro un orden numérico y geométrico que rige todas estas estructuras y domina el universo. Busco la expresión de ese orden, de esa armonía, de ese equilibrio regido por el número. Pienso entonces que un cuadro es también una creación orgánica”.
Muy cercana, en los años 30 del siglo veinte, al constructivismo del uruguayo Torres-García. Es decir, nada que ver con Barriga, y sin embargo la lucidez, el impulso moral, la sensibilidad de futuro como un don gratuito, es algo compartido por las dos, enriqueciéndolas y enriqueciendo a quien observa o posee algunas de sus obras.
Dibujo, color, arte, están en los cuadros de esta exposición que responden a la capacidad de la artista para transmitir vivencias de belleza al mismo tiempo que despierta emociones, todo levantado con una técnica muy personal. No hay pintura sin dibujo que sostenga el color y que dé firmeza a la composición, pero el conjunto debe ser estremecido por el genio creador del pintor. Una pintora, en este caso, joven, de éxito internacional con aceptación a nivel mundial: Europa, Asia, América de norte a sur, África.
En una entrevista, decía Mario Maya: ”Cualquier artista que tenga inquietudes, nunca quiere quedarse donde está. Pretende avanzar, ir hacia otro mundo”. Es esa inquietud la fuerza que hace que la presencia de Ana sea pura actualidad, traduciéndose en sus cuadros, en fuerza e intensidad.
Ha titulado la exposición: “CANDY EYE”, una forma de buscar optimismo y dulzura con historias hechas a través de pinceladas, colores, objetos; una manera de librar esos objetos del anonimato, obligándolos a entrar en la vida del espectador al aceptarlos. Poner el pie en la Galería, es entrar en una explosión de creatividad. Toda la obra de Ana está envuelta en un vendaval de libertad y alegría de vivir presente en cada obra, de forma que los cuadros van ganando en color y composición con novedad y excelencia, consiguiendo transmitir un toque personal de levedad fascinante. Lo más curioso de esta inmersión en lo maravilloso y lo extraordinario, es la naturalidad y sencillez con que se comparte aquello que se posee.
Una vez más hay que referirse a los fondos. Fondos realizados magistralmente, con una técnica perfecta, consiguiendo de manera especial y personal que la tercera dimensión se haga presente sin estridencia alguna, desenfadadamente, convirtiendo almohadillas o signos de exclamación y sus puntos, en formas tubulares o esféricas. Todo con la riqueza del brillo y el color: azules, amarillos, blancos rosáceos. Chisporroteos de color que son ambiente. Pinceladas con precisión y fortaleza para terminar marcando ligereza y un dominio que es, no sólo conocimiento y certeza: un don innato, enriquecido con sabiduría y trabajo, mucho trabajo. Hay que observar cómo el juego del pincel es diferente en cada cuadro con un resultado total que crea escuela. Mirar. Hacerlo con paciencia, dedicando todo el tiempo posible a la observación. No importa el tema. Lo mismo da “Cuando lleguen”, “Besito en la playa“ con su guiño al grafiti, “Espejos”, “Felices vacaciones“ con sus rotundas pinceladas de números rojos y negros. El caballo alado de “Para soñar”. Esa “Vida loca” abierta a la sorpresa del azul, blanco, verde y el sombrero inmenso. Terminemos con un final maravilloso, “Candy eye”: una bella manera de presentar un ojo de los tiempos acaramelado e inquietante.
Alberto Hevia.